El siguiente texto es una adaptación de “Esos locos que corren” de Marciano Durán, adaptado por Alex (fuente).
Esos locos que Emprenden
Yo los conozco. Los he visto muchas veces. Son raros.
Algunos se levantan temprano por la mañana y se empeñan en ganarle al sol. Otros se reunen al mediodía, se llaman por las tardes o intentan que no los maten sus parejas por las noches. Están locos.
En verano leen documentos, trabajan, escriben en su blog, beben mucho café y finalmente se cansan… sólo para disfrutar del descanso. En invierno viajan a conferencias, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan pasar las horas esperando en aeropuertos. Yo los he visto.
Escriben rápido en su teclado, estudian complejas analíticas, escriben documentos, se pelean contra la burocracia, pierden la voz motivando a su equipo, esquivan problemas cada día, comen rápido en el bar de la esquina, saltan de despacho en despacho, atraviesan múltiples obstáculos, se molestan con los que les hacen perder el tiempo, hacen networking y emprenden, emprenden, emprenden.
Escuchan música que acompaña el ritmo de sus dedos, escuchan los susurros que vuelan por la oficina y el tráfico que despierta la ciudad, escuchan sus latidos y su propia respiración, miran concentrados hacia delante, miran sus manos, huelen el café que se está calentando en la cocina. Yo los he visto. No están bien de la cabeza.
Llevan americana cuando tienen reuniones, aunque prefieren la comodidad de unas zapatillas y una camiseta que case con su personalidad. Intercambian tarjetas, saludan con entusiasmo y miden una y otra vez sus propios resultados. Están tratando de ganarle a alguien.
Se inscriben en todos los concursos… pero no ganan ninguno. Empiezan a participar muchos días antes, sueñan que son reconocidos y a la mañana se levantan como niños en día de Reyes. Han preparado la ropa que descansa sobre una silla, como lo hacían en su infancia en víspera de vacaciones.
El día antes de una presentación comen ligero y no toman alcohol, pero se premian con descaro y con mucha cerveza apenas termina la reunión. Nunca pude calcularles la edad pero seguramente tienen entre 20 y 85 años. Son hombres y mujeres. No están bien.
Se apuntan a todo tipo de eventos y antes de llegar saben que no podrán cerrar acuerdos con ciertas grandes compañías, esperan con ansiedad la apertura de puertas y unos minutos antes del comienzo necesitan ir al baño. Preparan sus tarjetas y tratan de ubicar a los cuatro o cinco a los que hay que hablar. Son sus referencias del evento. Convencer a uno solo de ellos será suficiente para dormir a la noche con una sonrisa. Disfrutan cuando superan a otro emprendedor… pero lo alientan, le dicen que falta poco y le piden que no afloje.
Preguntan por la financiación prometida y se enojan porque no aparece. Están locos, ellos saben que trabajando en otras empresas tienen el sueldo asegurado sin esperar tener que convencer a un inversor. Se quejan de los impuestos que los matan o de los proveedores que no cumplen.
Están mal, ellos saben que allí cerca está la sombra de otro empresario de éxito o el resguardo de un gran corporación. No las preparan… pero tienen todas las excusas para el momento en que consiguen sus objetivos trimestrales. No las preparan…son parte de ellos : La crisis, un mal momento económico, han faltado recursos, bajas por la gripe, ordenadores que fallan, burocracia interminable, nueva competencia con más recursos económicos, no hemos encontrado al técnico que nos hacía falta, se acabó el café, el mercado aún no está maduro.
Disfrutan al iniciar un proyecto, disfrutan haciéndolo crecer y cuando llegan a tener beneficios disfrutan de levantar los brazos porque dicen que lo han conseguido. ¡Qué ganaron una vez más! No se dan cuenta de que apenas si perdieron con un centenar o un millar de empresas más… pero insisten con que volvieron a ganar. Son raros.
Se inventan una meta en cada trimestre
Se ganan a sí mismos, a los que insisten en mirarlos desde las oficinas de otros, a los que leen su blog y a los que ni siquiera saben que hay locos que emprenden.
Les tiemblan las manos cuando se alisan la ropa para realizar una presentación, simplemente por que no están bien.
Los he visto trabajar.
Les duele la cabeza, se duermen, les cuesta respirar, tienen dolores en la espalda… pero siguen.
A medida que crece su empresa el cansancio se dibuja en sus caras, los problemas empiezan a multiplicarse y comienzan a preguntarse que están haciendo allí. ¿Por qué no ser uno de los cuerdos que aplauden desde la comodidad de un sueldo fijo?
Están locos.
Yo los conozco bien.
Cuando cierran acuerdos importantes se abrazan a sus parejas que disimulan por puro amor la sensación de no tener claro si ha valido la pena tanto esfuerzo. Los esperan sus hijos y hasta algún nieto o algún abuelo les pega un grito solidario cuando firman el contrato.
Llevan un cartel en la frente que se apaga y se enciende y dice “Firmé -Tarea Cumplida”.
Los he visto muchas veces.
Están mal de la cabeza.
Están mal.
Dicen que pocas personas por estos tiempos son capaces de estar solos -consigo mismo- una hora por día. Quizásl os pescadores, los corredores, los nadadores y algunos más.
Dicen que proyectan y hacen balances, que se arrepienten y se congratulan, se cuestionan, preparan sus días mientras corren y conversan sin miedos con ellos mismos.
Están mal de la cabeza.
Yo los he visto.
Algunos solo sueñan… pero un día… cuando nadie los mira, se animan y escriben un plan de negocio.
En unos meses empezarán a transformarse y quedarán tan locos como ellos.
Trabajan, se miran, sueñan, respiran, suspiran y aprenden.
Me parece que quieren ganarle a la muerte.
Ellos dicen que quieren ganarle a la vida.
Están completamente locos.